Inesperado, volteé a ver mi espacio. El lugar donde entra la paz y se confronta a su vez con el mundo exterior. Olvidado, el laberinto estaba inquieto y oscuro. Ansiosa, la pluma se me quedaba viendo, enojada, frustrada. Y todo mientras el mundo daba vueltas, el corazón latía, la mente pensaba y las ideas actuaban.
Hoy por fin me reencontré conmigo mismo, con mi espacio. Aquí estaba, esperando. La pluma se siente más tranquila: es quien traduce al mundo que avanza y mediante mis pensamientos e ideas al fin se desarrollan las acciones.
Como el ocaso, la noche estaba ocupando la vereda. Pero soy terco y pese a que todo sigue oscuro,el mundo rodando y la gente creciendo, a este laberinto todavía no le encuentro la salida. Y no espero hacerlo, no estoy expectante a llegar ya al final. El chiste es el cómo, siempre el cómo.
Hoy, compañeros, esto se reanuda.
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