Sentados. Él la ve, sostiene la mirada, deja de parpadear y la respiración se olvida gracias al latir cada vez más fuerte del corazón. Agitada, Ella está segura de sí. Lo ve.
Primero entra en acción la mujer. Su mano, sudorosa para ese momento, roza suavemente la mejilla del hombre. Él la besa inmediatamente. Ella le contesta el gesto con una sonrisa.
La mano baja tranquilamente. Llega a la cadera y se acomoda. El viaje es placentero. Los ruidos son más que significativos, apasionantes. La mano describe el cuerpo de la dama, lo siente, lo hace propio.
Los cabellos se enredan y se fusionan con los sentimientos, con la química y el amor físico. Él sostiene la mano en la cadera de ella. Ella sostiene su boca, haciendo chasquidos junto a la de él.
Las sombras los confunden entre las butacas. Sus cuerpos cada vez se hacen uno sólo. Las butacas se confunden con las sombras y ellos se confunden con sus cuerpos.
La función está por terminar. La mano del hombre no se ve. El corazón de la mujer ha desaparecido. Los ruidos excitantes se confunden con los créditos finales.
Desaparecen las sombras. La realidad regresa. Los cuerpos no están. Las palabras arropan la sala. El amor se esfuma. Él es ella. Ella es él. La luz saluda y expulsa a la pasión que termina por ceder.
De nuevo no hay nadie en la sala. Están sentados con la luz prendida y el corazón vuelto un solo. La mano se confunde con ella y ella se confunde con él, con su mirada perfecta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario