Su visita a Ciudad Juárez, en el marco del debate sobre la reubicación de los poderes de la unión del estado chihuahuense, le caló en lo más profundo del alma (quiero pensar). Los reclamos, que cayeron de una madre de dos de los 15 jóvenes asesinados con atrocidad el pasado 31 de enero, no sólo exhiben la ineptitud de un gobernante pasmado, sino que desmenuza el sentir impotente de la sociedad ante un Estado fallido.
Más allá de lo lamentable y escabroso de la matanza, está la reacción de primera intención de la autoridad. Reducir el campo de acción a una supuesta riña entre grupos pandilleros, es sólo el principio del fin, de su propio fin. Solitos cavan su propia tumba.
Desde la entraña, la voz de Luz María Dávila, la madre que expresó y dejó callado al presidente, con los pantalones caídos. Esa voz representa a su vez a la sociedad, harta, desamparada y que demuestra inteligencia, pues no se traga la porquería que aparenta desde la pantalla, una nación que da tintes severos de ingobernabilidad.
Aquí las palabras de doña Luz María:
Discúlpeme, señor Presidente. Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es. Les dijeron pandilleros a mis hijos asesinados. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad y no tenían tiempo para andar en la calle. Lo que quiero es justicia. Póngase en mi lugar, a ver qué siente
Foto: Cuartoscuro
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