El Laberinto es aquella terquedad infinita. El Laberinto significa incertidumbre.
Es
un camino de sobresaltos, de vaivenes que secuestran la verdad. El Laberinto
es necio,no olvida, nada pasa desapercibido. Es un enredo que desenreda.
El Laberinto de la Terquedad, es la manera más necia de llegar a la verdad.
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miércoles, 24 de febrero de 2010

Mike Prysner y la guerra de Irak

Discurso de un soldado veterano nortemaericano sobre la guerra de Irak, Mike Prysner, y sus
sentimientos acerca de la guerra. 

Fue publicado en diciembre de 2009, y me llegó gracias a jmeca... mi padre.
Enjoy it!


lunes, 22 de febrero de 2010

Evo, la revolución de la reflexión



Ayer estuvo Evo en Coyoacán y lo fui a ver. Me dejó pensando. Además de las sensaciones varias que se trasladaban de un momento a otro, la reflexión es lo que más me caló, el regalo más profundo que pudo haberme dado el presidente boliviano en su visita a la Ciudad de México.
Primero, vino la fase de frustración. Raúl Flores, el delegado perredista tomó el micrófono para darle la bienvenida al boliviano. Chiflidos. ¿Por qué ese afán de protagonismo estúpido, electorero? Hizo bien en gestionar la presentación de Evo en Coyoacán, pero es absurdo querer ponerse sacos que no le vienen. Los chiflidos lo acompañaron.
Esa frustración. Evo, un hombre ilustrado, inteligente que hace de su discurso y acción algo inteligible y va por más, por el bien de todos, por la dignidad de su pueblo. En México carecemos de líderes. Todos gustan de lo pomposo, de las cámaras y del poder como punta de lanza. Son contradictorios y su lema no es más que una sencilla ilusión. Ingenua ilusión.
Pero la gente lo compra, se traga el discurso de “vivir en democracia”, subyugados bajo un sistema podrido, como un mero espectador de las decisiones trascendentales y que continúan manteniendo a la nación como un subordinado de las transnacionales y de lo que haga o deje de hacer EUA.
Bolivia no. No hay embajada gringa, no le rinden cuentas absurdas y degolladoras al Fondo Monetario Internacional. Crecen mediante la inversión estatal, deslindada de la privatización. Evo le hace caso a su gente, no la olvida sino que interpreta a su país como gente también, como parte del pueblo.
Sencillo. Habló desde su trinchera y desde su sapiencia, haciendo pedazos de la política mexicana, negocio y asquerosidad maniatada por los medios de comunicación, la privatización, las componendas incomprensibles y la constante búsqueda del poder para seguir saqueando a la patria.
Ahí viene la fase de la esperanza, de la compañía, de la hermandad. Si Evo pudo en Bolivia, se puede en México, en América Latina como una sola. Bolivia es el país que mayor crecimiento económico tuvo en 2009.
Hoy están los mandatarios reunidos en Cancún, en el marco de la Cumbre México-Caricom. Hipócritas, se abrazan, se saludan. La discusión irá en torno a la eliminación de Estados Unidos de la Organización de los Estados Americanos (OEA), eso dijo Evo ayer en Co-jo-yoa-can. Una América unida, bolivariana. Eso sería lo rescatable, dejarse de servilismos absurdos.
Evo me dejó reflexivo. Me dejó emocionado. Me dejó revolucionario. ¡Seamos realistas, hagamos lo imposible!

sábado, 13 de febrero de 2010

Desde la entraña

Cierto es que la oleada de violencia que se vive en el país no depende directa y únicamente de Felipe Calderón. De acuerdo. Sin embargo, la situación de inestabilidad se ha extrapolado desde que el polémico mandatario llegó a sentarse a la usurpada silla del poder.
Su visita a Ciudad Juárez, en el marco del debate sobre la reubicación de los poderes de la unión del estado chihuahuense, le caló en lo más profundo del alma (quiero pensar). Los reclamos, que cayeron de una madre de dos de los 15 jóvenes asesinados con atrocidad el pasado 31 de enero, no sólo exhiben la ineptitud de un gobernante pasmado, sino que desmenuza el sentir impotente de la sociedad ante un Estado fallido.
Más allá de lo lamentable y escabroso de la matanza, está la reacción de primera intención de la autoridad. Reducir el campo de acción a una supuesta riña entre grupos pandilleros, es sólo el principio del fin, de su propio fin. Solitos cavan su propia tumba.
Desde la entraña, la voz de Luz María Dávila, la madre que expresó y dejó callado al presidente, con los pantalones caídos. Esa voz representa a su vez a la sociedad, harta, desamparada y que demuestra inteligencia, pues no se traga la porquería que aparenta desde la pantalla, una nación que da tintes severos de ingobernabilidad.
Aquí las palabras de doña Luz María:
Discúlpeme, señor Presidente. Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es. Les dijeron pandilleros a mis hijos asesinados. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad y no tenían tiempo para andar en la calle. Lo que quiero es justicia. Póngase en mi lugar, a ver qué siente 
  Foto: Cuartoscuro

viernes, 12 de febrero de 2010

Las notas de la oscuridad

Aquella vez sentí miedo por primera vez. Me arropó sin preguntar y sin fundamentos.
Estaba viajando en el metro, en la línea 7 que lleva a Queens. Mi destino: The Louis Armstrong House-Museum. Después de ir bajo tierra un buen rato, los andenes pudieron respirar un poco, abrir los ojos y llenarse de luz. En ese momento me sentí fuera de mí: una sensación de miedo, de desconocimiento, de que lo demás ya no estaba en mis manos.
La sociedad del espectáculo me atrapó. Me sentí victima de aquellos que masacraron en escuelas, de quienes quisieron los reflectores, para ganar los famosos "cinco minutos de fama".
En fin. Ahí estaba yo, sentado, aferrado a mi mochila, a mis pensamientos estúpidos, a mi desconocimiento. Ahí estaba yo, pensando en lo que podría pasar y temiendo cualquier irreverencia de alguien. Fuera de mis manos, fuera de mi alcance. Por primera vez, no dependía de mí, de mis difíciles decisiones, sino de todo mi entorno, o al menos así lo entendí.
Después de como media hora de viaje, de un horizonte no muy claro, además de feo, decaído. Después de media hora de ese panorama que Nueva York tenía escondido, de grafitis, de vidrios rotos, de gangs, de pandillas, de vandalismo. Después de media hora de drama total, llegó mi parada: 104str y Corona Plaza.
Salí del anden ya un poco menos aturdido, pero todavía con la extraña sensación como de estar en Tepito, en Cidade de Deus, en El Gallito.
Y sí, la música, los olores, la gente. Puro latino sensation.
Todavía dentro del metro, voltee la mirada hacia la calle. Y todo el teatro del peligro y del miedo y de la impotencia se desvaneció, se callo cual rápido apareció.
Un Pollo Campero asomaba dentro de los edificios desgastados. La risa me abordó, la incredulidad me atrapó.
Bajé casicorriendo las escaleras después de tomar la foto correspondiente, la cual no me atreví a sacar con la cámara, más bien con el celular... todavía no estaba seguro de haber rehuido a mi sensación de temor.
Pero llegué abajo y Latinoamérica estaba agrupada en una sola esquina: allá se escuchaba el ritmosón colombiano, acá el Pollo Campero, al lado la cervecería La mitad del Mundo, más cerca la cevichería salvadoreña, y enfrente la venta de ropa huanaca.
Otro estatus sentimental me acompañaba, era mi nuevo compañero y seguramente mi destino. Caminamos juntos y nos perdimos juntos al buscar el Mentado Museo del tal Armstrong. Viajamos varias cuadras, con un sol atosigante, acalorante, alucinante, impresionante.
Llegué a la 107str hecho una sopa instantánea.
Seguí caminando, sentía que las cuadras eran todas iguales. Ya me había terminado el agua y parecía que Louis y yo no nos encontraríamos.
Al final de cuentas, después de 40 minutos de caminar bajo ese sol, un pequeño cartel anunciaba que el destino sólo se había reído un rato, había bromeado conmigo, si tal destino existe. Pero el chiste costó algún espanto y una deshidratación furiosa.
Al fin llegue al museo, pequeño, no muy caro, bonito. Era la casa del padre del Jazz...
Pagué mis seis dólares y una señora, de unos sesenta y cinco anos, con un pie fracturado, fue mi guía. El tour guiado venía incluido en el boleto, así que comenzamos la nueva travesía.
Todo el tiempo habló en ingles, despacio para que yo entendiera. Platicamos, nos escuchamos, nos reímos y reflexionamos sobre Louis y su legado cuando había que hacerlo. Los cuartos: realmente demostraban la transición de alguien que tuvo dinero luego de ser muy pobre. El baño presumía sus manijas, llaves, regaderas y tuberías de oro de 24 quilates. Los espejos, las turquesas. Lo ostentoso.
Lucille Armstrong, la esposa fue la decoradora, la que en realidad se hizo cargo, construyo y adorno. Louis nada mas tocaba, grababa, y mandaba.
La cocina tenía un impresionante espacio. Lucille mandó pintar todos los gabinetes y gavetas del color de su Cadillac, un azul turquesa o azul cielo o azul Guatemala... muy, pero muy hermoso.
El estudio de Louis era mas serio. Con su respectivo bar, cigarrera, escritorio; pero con toda la música de por medio. Con las notas que nacieron en Nueva Orleans, pero que alumbraron Queens, Manhattan y al mundo entero.
Con las Notas que le dieron color y sabor a su vida, y que todavía hoy nos iluminan cuando las cosas parecen estar más oscuras, se aclaran, se transforman. Me aclaran y me transforman.

jueves, 11 de febrero de 2010

Probó el asfalto

Tránsito de miércoles por la mañana. Los pelos de punta: tenía que llegar a la primera clase del día, que en realidad era la única pues el Taller de Prensa III dura cuatro horas. La interjección de dos avenidas estaba copada por un mar motorizado, anormal para el día, la hora y el momento.
Las noticias reflejaban a una sociedad del miedo, de lo inmediato, mediática y paralizada por la violencia injustificada. Los pitazos de los autos se confundían con los insultos; las caras eran arrogantes, superficiales; yo simplemente observaba mi triste realidad.
El motor del auto dejo de sonar. Las llaves estaban ahora pasando de mano en  mano. La distracción como método de olvido, de ocio, de aceptación.
Arranqué de inmediato el carro, pues ahora las bocinas apuntaban a mi dirección, acusándome de ineptitud, señalando mi “imprudencia”.
Lento. De cualquier manera se podían ver los grandes tornillos de las llantas de los carros girar despacio, aburridos.
A lo lejos, una luz rojiblanca intermitente anunciaba el fin del delirante embotellamiento. ¿Qué habrá pasado? Pensamos los cientos de conductores al unísono. Cuando por fin tuve la posición privilegiada para destapar las dudas que paseaban por mi inconsciente, lo vi.
Primero un carro con las luces de emergencia, titilantes. Luego, un grupo de cinco personas con la mirada perdida; llevaban de indumentaria unas batas blancas, otras azules. Dos mujeres y tres hombres. La del cabello recogido, tenía una libreta secundada de un bolígrafo apretado con fuerza, de tal suerte que sus nudillos parecían ahorcados.
Al lado del grupo de personas desconcertadas, incrédulas, estaba la ambulancia. Los carros comenzaban el proceso de desprendimiento del tránsito apretujado y corrían en busca de su objetivo. Mi turno a la hora del esclarecimiento, de saber qué demonios estaba pasando, no fue diferente a los demás: avancé un poco más rápido que en la fila extenuante, pero no tan rápido para poder observar.
¿Morbo? ¿Duda? ¿Curiosidad? Lo cierto es que lo vi. Tirado en el piso, cubierto por una manta azul celeste. Lo único que era reconocible era su mano, que descansaba en el pavimento. Blanca, casi transparente, inerme ante el mundo que ya juzgaba su situación.
Imaginé entonces las portadas de La Prensa, El Gráfico, El Metro… que anunciarían una nueva historia para la suciedad del espectáculo: ¿"Tránsito de muerte"? ¿"Probó el asfalto"? ¿"Le pusieron frazadita"?
Más adelante unos cuantos vehículos se estacionaron. Las luces anunciaban la salida de sus choferes, que se dirigieron a la zona de acción, la zona cero.
Con un suspiro me alejé y caí en cuenta que debía retomar velozmente el camino a la clase. Era tarde, pero al final de cuentas llegaría a tiempo. Con un suspiro me quedé pensando en el muerto. Con un suspiro estaba ya dentro del Taller.
Olvidado en la calle, maldecido por los autos, despojado de sus cinco sentidos, abandonado por la vida. El hombre siguió tendido mientras el mundo avanzó hasta situarnos aquí, ahora. Su mano continuó semiabierta, dejó inconclusa una historia dentro del engranaje mismo de la naturaleza.

martes, 9 de febrero de 2010

Mirada perfecta

Sentados. Él la ve, sostiene la mirada, deja de parpadear y la respiración se olvida gracias al latir cada vez más fuerte del corazón. Agitada, Ella está segura de sí. Lo ve.
Primero entra en acción la mujer. Su mano, sudorosa para ese momento, roza suavemente la mejilla del hombre. Él la besa inmediatamente. Ella le contesta el gesto con una sonrisa.
La mano baja tranquilamente. Llega a la cadera y se acomoda. El viaje es placentero. Los ruidos son más que significativos, apasionantes. La mano describe el cuerpo de la dama, lo siente, lo hace propio.
Los cabellos se enredan y se fusionan con los sentimientos, con la química y el amor físico. Él sostiene la mano en la cadera de ella. Ella sostiene su boca, haciendo chasquidos junto a la de él.
Las sombras los confunden entre las butacas. Sus cuerpos cada vez se hacen uno sólo. Las butacas se confunden con las sombras y ellos se confunden con sus cuerpos.
La función está por terminar. La mano del hombre no se ve. El corazón de la mujer ha desaparecido. Los ruidos excitantes se confunden con los créditos finales.
Desaparecen las sombras. La realidad regresa. Los cuerpos no están. Las palabras arropan la sala. El amor se esfuma. Él es ella. Ella es él. La luz saluda y expulsa a la pasión que termina por ceder.
De nuevo no hay nadie en la sala. Están sentados con la luz prendida y el corazón vuelto un solo. La mano se confunde con ella y ella se confunde con él, con su mirada perfecta.

viernes, 5 de febrero de 2010

Retorno

Inesperado, volteé a ver mi espacio. El lugar donde entra la paz y se confronta a su vez con el mundo exterior. Olvidado, el laberinto estaba inquieto y oscuro. Ansiosa, la pluma se me quedaba viendo, enojada, frustrada. Y todo mientras el mundo daba vueltas, el corazón latía, la mente pensaba y las ideas actuaban.
Hoy por fin me reencontré conmigo mismo, con mi espacio. Aquí estaba, esperando. La pluma se siente más tranquila: es quien traduce al mundo que avanza y mediante mis pensamientos e ideas al fin se desarrollan las acciones.
Como el ocaso, la noche estaba ocupando la vereda. Pero soy terco y pese a que todo sigue oscuro,el mundo rodando y la gente creciendo, a este laberinto todavía no le encuentro la salida. Y no espero hacerlo, no estoy expectante a llegar ya al final. El chiste es el cómo, siempre el cómo.
Hoy, compañeros, esto se reanuda.