
Que les puedo decir que no sepan ustedes amigos míos. Se ha ido uno de los
hombres más lúcidos, comprometidos y consecuentes de nuestra gran
patria Latinoamericana. Como dice Saramago, "estaba Benedetti y dejó
de estar", "Mario perdió la batalla; nosotros, sus amigos y lectores,
también".
Don Mario era un ser humano amante de la vida, íntegro y sencillo. La expresión de sus ojos denotaba a un hombre digno, entero, risueño y bonachón, mostraba un alma clara cuya humildad era de la misma estatura que su bonhomía y su serenidad tan intensa como su rabia, tan sutilmente directa como sus poemas. Pocos ojos he visto con esa tranparencia en dones: Salvador Allende, el Ché, Gandhi, quizás.
Los poemas y novelas de Benedetti, me acompañaron siempre en Chiapas,
en largas noches solitarias y en otras, no tan solitarias. Noches de milonga,
zitarroseanas; noches de desalambradas con Viglietti; noches suaves de tango de la Camerata.
Mi recuerdo del viejo escritor se remonta a "La Tregua", la primera
novela que de él cayó en mis manos. Luego tropezé con Inventario y me inundó irremediablemente su poesía. Ustedes me acercaron más a su obra, y ha sido desde entonces, un vinculo más...
Creo que lo que más extrañaré de Benedetti será el futuro imposible,
aquello que ya no pudo escribir, que ya no podré leer, que ya no
surgirá de la agudeza de su mente, aquello que se extinguió con él.
Eso es justamente lo que lamenta Saramago cuando dice que "nosotros
también perdimos la batalla".
Sin embargo, ahora hay que leerlo más, hay que volver al: solo mientras
tanto, a los poemas de oficina, a los poemas de otros, a todo
Benedetti, en fin...
Hoy me bebí la botella de vino tinto y le leí a mi hijo Emiliano algunos de sus
poemas más queridos. Escuché, como homenaje póstumo al viejo, aquél
"adiós Nonino" que Piazzola dedicara a la muerte de su padre...
Adiós Don Mario, vos nos enseñaste que la vida es un bandoneón y la viviste
como tal, estirando y acortando para generar el largo tango de tus 88
abriles, pues como vos mismo dijiste alguna vez:
"cuando dios o pichuco o quien sea
toma entre sus manos la vida bandoneón
y le sugiere que llore o regocije
uno siente el tremendo decoro de ser tango
y se deja cantar
y ni se acuerda
que allá espera
el estuche"
En fin amigos míos, hermanos, "uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el
derecho de no hacer lo que no quiere", Benedetti ejerció siempre ese
derecho y lo enseñó dignamente para todos nosotros.
Vivió una vida larga, fecunda y hoy, cuando era un gran erudito de la
vida, se retira, porque:
"usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere"
Así que despidamos su cuerpo recordando aquellos versos suyos para el Ché:
"donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios
pero habrá otros
claro que habrá otros dignos de recibirte..."
Hasta siempre, Don Mario, hasta pronto...
El Xunik ese
hombres más lúcidos, comprometidos y consecuentes de nuestra gran
patria Latinoamericana. Como dice Saramago, "estaba Benedetti y dejó
de estar", "Mario perdió la batalla; nosotros, sus amigos y lectores,
también".
Don Mario era un ser humano amante de la vida, íntegro y sencillo. La expresión de sus ojos denotaba a un hombre digno, entero, risueño y bonachón, mostraba un alma clara cuya humildad era de la misma estatura que su bonhomía y su serenidad tan intensa como su rabia, tan sutilmente directa como sus poemas. Pocos ojos he visto con esa tranparencia en dones: Salvador Allende, el Ché, Gandhi, quizás.
Los poemas y novelas de Benedetti, me acompañaron siempre en Chiapas,
en largas noches solitarias y en otras, no tan solitarias. Noches de milonga,
zitarroseanas; noches de desalambradas con Viglietti; noches suaves de tango de la Camerata.
Mi recuerdo del viejo escritor se remonta a "La Tregua", la primera
novela que de él cayó en mis manos. Luego tropezé con Inventario y me inundó irremediablemente su poesía. Ustedes me acercaron más a su obra, y ha sido desde entonces, un vinculo más...
Creo que lo que más extrañaré de Benedetti será el futuro imposible,
aquello que ya no pudo escribir, que ya no podré leer, que ya no
surgirá de la agudeza de su mente, aquello que se extinguió con él.
Eso es justamente lo que lamenta Saramago cuando dice que "nosotros
también perdimos la batalla".
Sin embargo, ahora hay que leerlo más, hay que volver al: solo mientras
tanto, a los poemas de oficina, a los poemas de otros, a todo
Benedetti, en fin...
Hoy me bebí la botella de vino tinto y le leí a mi hijo Emiliano algunos de sus
poemas más queridos. Escuché, como homenaje póstumo al viejo, aquél
"adiós Nonino" que Piazzola dedicara a la muerte de su padre...
Adiós Don Mario, vos nos enseñaste que la vida es un bandoneón y la viviste
como tal, estirando y acortando para generar el largo tango de tus 88
abriles, pues como vos mismo dijiste alguna vez:
"cuando dios o pichuco o quien sea
toma entre sus manos la vida bandoneón
y le sugiere que llore o regocije
uno siente el tremendo decoro de ser tango
y se deja cantar
y ni se acuerda
que allá espera
el estuche"
En fin amigos míos, hermanos, "uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el
derecho de no hacer lo que no quiere", Benedetti ejerció siempre ese
derecho y lo enseñó dignamente para todos nosotros.
Vivió una vida larga, fecunda y hoy, cuando era un gran erudito de la
vida, se retira, porque:
"usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere"
Así que despidamos su cuerpo recordando aquellos versos suyos para el Ché:
"donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios
pero habrá otros
claro que habrá otros dignos de recibirte..."
Hasta siempre, Don Mario, hasta pronto...
El Xunik ese
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