El Laberinto es aquella terquedad infinita. El Laberinto significa incertidumbre.
Es
un camino de sobresaltos, de vaivenes que secuestran la verdad. El Laberinto
es necio,no olvida, nada pasa desapercibido. Es un enredo que desenreda.
El Laberinto de la Terquedad, es la manera más necia de llegar a la verdad.
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sábado, 9 de mayo de 2009

La metáfora dariana, cual epitafio de la América martiana


La sangre de Martí corre suavemente por el campo. El lugar es Dos Ríos, dos corrientes de agua que se cruzan en la Sierra Maestra, escenario donde se forja el héroe, la leyenda, el Apóstol. La sangre de José Martí sigue su ruta y se enfila a la victoria Cubana, la emancipación de la isla. A su vez va en retroceso y acaricia la pared donde fue fusilado Hidalgo, es la tinta de los Sentimientos de la Nación de Morelos y también el filo de la espada de Guerrero.
El fluido carmesí del cubano porta la herencia de las ideas libertadoras de Simón Bolívar, y se desliza por las venas abiertas de Nuestra América, a lo largo de su historia. Es el grito de independencia de los pueblos, que se sacudían el yugo impuesto por las coronas ibéricas durante varios siglos.
Gota a gota, la sangre martiana rellena a las “Ínclitas razas ubérrimas”, hijas de la potencia española, determinadas así, las naciones americanas, por el poeta nicaragüense Rubén Darío. El líquido vital de Martí ha palpitado, palpita y palpitará en los corazones de los escritores, poetas y ensayistas de la América Latina, tomando a Darío como referencia.
El recorrido de la sangre derramada por Martí regresa a la Sierra Maestra. Fidel Castro, el Che Guevara y toda la Revolución cubana atraen al resto de latinoamericanos, de intelectuales y nalfabetas, de cultos e incultos, de arieles y calibanes, y los une. Vuelve a la savia martiana parte integrante de todos, la convierte en alta cultura popular.
De pronto, la roja linfa que enaltecía y apropiaba a todos los latinoamericanos, que los hacía uno sólo, que les explicaba sus igualdades y les mostraba el camino hacia el progreso, se fue secando hasta el punto de perderse entre las historias y recuerdos pasados.
La sombra de un Neoliberalismo desenfrenado, del individualismo reinante, llegó por mareas y terminó disolviendo el pequeño hilo de sangre que recorría Iberoamérica. Las Ínclitas razas ubérrimas a que hace referencia Carlos Monsiváis, no forman parte ya de los Aires de familia de nuestra América Latina.

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