
Acostado, tengo los ojos abiertos y una mirada perdida que no encuentra más que el miedo en el horizonte. El cerebro me está aplicando una mala jugada. Los pensamientos me carcomen el sueño y no veo más que la catástrofe, y cómo se apodera de mí, del mundo.
Dejaremos de existir, o por lo menos dejaremos de estar aquí de la forma en que estamos, algún día. Nos transformaremos, viajaremos a otro estado químico. ¿Cómo seremos entonces? ¿Qué seremos? ¿Quiénes fuimos antes de ser lo que somos?
Otra vuelta a la almohada, me traslada a otra reflexión espeluznante (en este momento, ya todo es terrible). ¿Por qué me tocó estar aquí, en este tiempo, en este lado de la Historia? Me hubiera gustado vivir en el franquismo, pero del lado catalán. No, no. Mejor durante el Renacimiento, allá por 1630. Hablar otro idioma menos viciado, más propio y elegante.
El sudor se confunde con las lágrimas y la mente sigue viajando. Algún día dejarán de hablar español. Se irá extinguiendo poco a poco, lentamente. Tal vez corra con la suerte del dálmata, no lo sé. Me hubiera gustado ser Tuone Udaina. Una ligera risita ahuyenta la confusión por un momento. Me hubiera gustado ser el último en la Tierra que hablara algún idioma, como Udaina. ¿Me hubiera gustado? Tal vez todo iría bien hasta que mi destino se encontrara con una mina terrestre, llevando mis pedacitos de vida rumbo a otro lugar, otro tiempo, otra lengua.
El hubiera no existe, me dice un giro más en la cama y con él otro vendaval de ideas catastrofistas, reflexivas, que alejan mi sueño. Regresemos a vivir al Renacimiento. Aunque yo sería testigo del primer siglo de conquista americana, del saqueo, de la explotación, de la imposición del español sobre los idiomas originales de los primeros habitantes del continente. ¿Sería testigo? O tal vez, simplemente sería yo un pintor, un escritor, un… ¿conquistador?
El hubiera no existe, me recuerda la almohada. Tal vez lo que debería hacer es levantarme, tomar un abrigo y salir a caminar en medio de la noche. Tal vez debería de irme de mi vida, del mundo, de mi mundo, tal vez.
El nudo en la garganta me reclama, me aturde, me sigue empujando a pensamientos insomnes. ¿Y si viviera hace Cinco mil años, donde las palabras sobraban y el lenguaje se basaba en ser, en estar, en sobrevivir? Sería otro yo. Luchando por fuego. ¿Sería un yo, o simplemente uno más de los demás?
Cansado, con el sueño un poco más amable, me levanto. Estoy aturdido, como si tuviera la Memoria encendida por el fuego, quemada, achicharrada; pero llena de recuerdos, de momentos y de historias que ni siquiera viví. Entonces prendo la luz y antes que nada, empiezo a escribir.