
Soy una marca. Me vendo, me compro, me muevo en el mercado de la “humanidad”. Soy propaganda de primer, segundo o tercer nivel. Soy dinero y me llevo algunas vidas y me vuelvo parte de la “humanidad”.
Estoy parado en la esquina más cara del mundo. Un sin fin de luces me deslumbran, destellos de incipiente “humanidad”. Llaman la atención de muchos, de todos. Estoy sobre la banqueta que resiste el caminar de millones de personas. Chinos, latinos, binners, europeos y el mundo va pisando sin ver hacia delante, pero siempre observa lo que hay por encima: publicidad.
La sociedad norteamericana tiene establecido el libre mercado como primicia, el capitalismo como sustento y el imperialismo como aspiración. Pero ahora lo entiendo. Para Nueva York funciona y en general para el país que no tiene nombre y se basa en diferentes estados asociados, con diferentes leyes y una ideología clara y unida.
La gran manzana está girando al son de las ventas, de las compras, de la superficialidad y el desarrollo sustentable. Y ahora lo entiendo. Funciona. El sistema permite comprar, el sistema manda a comprar, el sistema te dicta comprar.
Es funcional porque, como individuo, mejoran el nivel de vida y, como individuo, acceden a la cantidad de satisfacciones, para cubrir la distracción del crudo mundo al que su “humanidad” no está percatada.
Pero… ¿La Humanidad necesita eso? ¿Es factible que unos sobresalgan y accedan a una mejor y mayor cantidad de cosas que el resto, que la mayoría? Sí, las luces pueden deslumbrar y apantallar y embobar. Pero no son indispensables, no son para todos y no realizan una función de progreso Humano.
Soy individuo. Me siento, después de estar parado e imaginando. Soy una persona más dentro de las miles de mentes que pasan enfrente, atrás y al lado mío. Soy un alma más dentro de la plataforma del mundo. Soy mi vida y soy de la Tierra, soy parte de la Humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario